viernes, 23 de octubre de 2015

El amor a la vida



Fromm plantea la necesidad de hacer ver la poca importancia que se le está dando a vivir la vida plena y tranquilamente, como se debiera, sino más bien ir lo más rápido posible para aprovechar el tiempo lo que más se pueda. Su entrega para tratar de paliar esta situación fue evidente.
En la actualidad, rápida y sumida en el consumo voraz, donde el ser humano se llena de cosas que muchas veces no necesita sola y únicamente para saciar ese deseo compulsivo de consumir y por esto el hombre ha olvidado su verdadero sentido; la búsqueda del amor. Fromm se centra en reflexionar en concreto, aceptando las limitaciones del pensamiento abstracto y renunciando a cualquier tipo de actitud mesiánica que se presente.

“Abundancia y Saciedad”

Lo que plantea Fromm o mas bien, da a conocer los variados sentidos del término “consumir”; todo lo que realizamos, sin embargo esto puede suponer un problema psicológico si se realiza de manera compulsiva y con avidez.

Aunque, apriori, podría parecer normal el deseo de tener cada vez más cosas, es propia de un hombre deprimido y pasivo tratar de paliar momentáneamente su vacío interior incorporando cada vez más cosas a su vida. A propósito de pasividad y actividad, esta última, según la concepción de la sociedad contemporánea, está relacionada con alguna utilidad, con algún fin, con producir un efecto visible, algo que da expresión a las fuerzas propias del hombre, algo que proporciona vida, que produce la eclosión de sus capacidades, tanto corporales y afectivas, como intelectuales y artísticas, es decir, lograr una comprensión cada vez mayor, desarrollar una progresiva madurez. Esas fuerzas inherentes al hombre pueden permanecer habitualmente reprimidas, y esta concepción de la actividad se relaciona con la capacidad de despertarlas.

Puede decirse que el hombre sólo es él mismo cuando se expresa, cuando da salida a sus potencias innatas. Esto es, el hombre tiene que “ser”, y si eso no ocurre, si se limita a “poseer” y utilizar, hay un proceso de codificación, decae, su vida carece de sentido y se transforma en sufrimiento. La actividad auténtica es el auténtico goce, y ello es la expresión de sí mismo, el crecimiento de las potencias humanas.


El consumismo

El hombre consumista o homo consumens, como lo denomina Fromm es aquella persona que constantemente va saciando deseos, ya sea el último televisor pantalla plana con quién sabe cuántas aplicaciones o un viaje en crucero por el Caribe no importa, porque va costeando lujos que para muchos de nosotros son innecesarios y que al final de cuentas, lo material deja de ser “deseable” y pasa a ser algo más, algo que ya tenemos y, por lo tanto, ya no anhelamos. Es aquí cuando se produce el “hastío de hombre”, porque sólo se desea aquello que no se posee por esto una vez que se tiene, el hombre se hastía de lo que ya posee y vuelve al círculo vicioso del consumo compulsivo sin nunca poder encontrar la felicidad.
Cuando alguien se encuentra aislado, e incluso cuando por algún motivo no sabe qué hacer con su vida, si no tiene en sí los medios para hacer algo vital, para producir algo o para recobrarse, sentirá el hastío como un peso, como una carga, como una parálisis que él no podrá aclarar por sí sólo. El hastío es una de las peores torturas. Es un mal muy actual y que se va propagando. El hombre víctima del hastío, sin medios para defenderse de él, se siente como un ser muy deprimido.

¿Por qué la mayoría de los hombres no nota eso, la clase de mal que es el hastío, cuán penoso es?
Me parece que la respuesta es simple: en la actualidad producimos muchas cosas que se pueden obtener y con cuya ayuda logramos eludir el hastío. Se ingieren píldoras tranquilizantes, o se bebe, o se va de un cóctel a otro o se pelea con el cónyuge o uno se distrae con los medios masivos o se entrega a actividades sexuales, todas con el fin de ocultar el hastío. Muchas de nuestras actividades son intentos destinados a impedir que el hastío llegue al nivel de la conciencia. Pero no olvidemos la desagradable sensación que tenemos con frecuencia cuando hemos visto una película estúpida o por cualquier otro motivo hemos tenido que reprimir nuestro hastío, el malestar que sentimos al notar que eso era en verdad mortalmente aburrido y que no hemos utilizado nuestro tiempo, sino que lo hemos matado.

Junto con la actitud comunista, el hombre moderno se caracteriza por una pronunciada tendencia al hedonismo. El hombre, según los hedonistas, esta sujeto a la soberanía del instante, la prevención, el anhelo de un placer futuro lleva siempre consigo cierta inquietud e inseguridad.

La tendencia al hedonismo es la consecuencia más cabal del desarraigo y el vacío que caracterizan al hombre moderno. En la vida del hombre también se integra el hedonismo o placer de la vida diaria sean honestos o no dichos placeres. El placer se convierte en una necesidad análoga, inconsistente. El hedonismo constituye la atmósfera de la sociedad en que vivimos, una actitud que no tolera ningún tipo de cuestiona-miento.

Pérdida del sentido de existencia

Si el hombre no le da sentido a su vida, éste va a la deriva. El hombre contemporáneo ha perdido su brújula. Se ha ido vaciando existencial-mente.
Hemos perdido de vista nuestra finalidad.
Viktor Frankl desde el punto de vista médico nos ofrece un diagnóstico: toma en cuenta la voluntad de sentido. En sus pacientes pudo ver un "vacío existencial" y "pérdida del sentido de la vida". Y ésta enfermedad es muy propia del hombre moderno.
Muchas personas se dan cuenta de éste vacío cuando tienen todo (vida muy acomodada) y es entonces que se pregunta qué sentido tiene todo eso.
El que vive en la frustración existencial ignora como encarar el sufrimiento, no le encuentra sentido alguno.

Hombres v/s Animales

Lo que diferencia al hombre de los animales es la auto-conciencia: conoce lo que es él mismo y lo que es otra cosa. Con el tiempo, el ser humano empezó a superar su dependencia de la naturaleza, comenzó a influir en el mundo con su cerebro, capacidad imaginativa e ingenio, y se creó su propio espacio vital. Se dieron épocas de "relativa abundancia", en las que se superaron la pobreza y escasez, pero sin que fuera suficiente para que todos participaran. Paralelamente a esta situación en que no todos pueden acceder a la mesa o no pueden gozar de la abundancia, que llega hasta la sociedad moderna, una minoría acaba dirigiendo la sociedad y teniendo el poder. Fromm señala esta paradoja de una cultura que produce cierta abundancia de bienes, pero al mismo tiempo mantiene la desigualdad y el conflicto bélico. Aún peor es considerar esa situación como eterna e inmutable, como inherente a la condición humana y social, algo que nos tiene que resultar inconcebible.

 
Sociedad Contemporánea

Con la Revolución Industrial que reemplazó la fuerza mecánica por la energía natural (proporcionada por seres vivos), nació la esperanza de que la abundancia llegara para todos. No hace falta aclarar que nunca se produjo. Fromm menciona una segunda Revolución Industrial en la que se reemplaza igualmente el pensamiento humano por la cibernética, por máquinas que dirigen la producción y también a otras máquinas. Es en en esta fase en la que consolida la enajenación. Esta nueva sociedad no solo ha creado abundancia de bienes, también necesidades, no meramente las clásicas de querer comer, beber, habitar en buenas casas, etc. Podemos observar continuamente la progresiva intensificación de la propaganda y del carácter llamativo del envase. Los deseos del ser humano no provienen ya de su fuero interno, sino que se suscitan y orientan desde fuera. Aunque se hable de personas que les vaya bien a nivel material en este tipo de sociedad, resulta estremecedor observar la multiplicidad de exigencias que deben satisfacer.

Sistema económico actual

En la nueva fase del capitalismo, se basa en la máxima producción y el máximo consumo. En el siglo XIX, la economía se basaba todavía en la máxima economización de los recursos, podía resultar en aquellos tiempos inconcebible el comprar algo sin que se tuviera dinero, mientras que hoy en día parece un bicho raro quien no gasta más de le necesario y no pide un crédito para alguna cosa. Fromm describe esta situación de incontrolable aumento de consumo como el advenimiento de una nueva religión, la del país de Jauja, en la que el paraíso sería un enorme almacén en el que hay de todo, uno posee siempre el dinero suficiente para comprarlo y, si es posible, tratando de tener más que el vecino. Esta religión se produce porque la autoestima se mide por lo que uno posee, si uno quiere ser el mejor debe tener lo máximo. No hay límite para esta situación, la producción y el consumo irán en aumento a pesar de las cíclicas crisis del capitalismo que mantienen los pilares siempre intactos, y el hombre se verá empujado a la pasividad, la envidia y la avidez. Finalmente, acabará cayendo en la debilidad, la sumisión y la impotencia. Si hay una frase que refleja perfectamente esta situación es que el hombre vive solo como lo que tiene, no como lo que es.






El amor a la vida (Erich Fromm)




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